«Para mí, lo más importante es integrar la toma de consciencia de nuestro cuerpo a nivel interno y externo, para que la estrecha relación que los une sea un continuo intercambio de información. Sólo así podemos percibir nuestro estado y los cambios que ocurren en los órganos y en el resto de sistemas. La desconexión de nosotros mismo es la peor enfermedad del ser humano.
Aparte de esto, podemos potenciar nuestra salud y vitalidad con ayudas sencillas y naturales como las siguientes:
– Consumir cereales integrales, algas, legumbres, frutas, semillas, frutos secos, bebidas sin colorantes ni conservantes, alejándose en la medida de lo posible de los alimentos vacíos de energía, desvitalizados y excesivamente procesados.
– Consumir alimentos procedentes de la zona donde vivimos e intentar tomar en abundancia y variedad los que ofrece la estación en la que estemos.
– Conocer las propias intolerancias alimenticias, alergias, grupos sanguíneos, etc., para evitar alimentos prejudiciales o dañinos.
– Realizar ayuno y/o depuraciones periódicas, supervisadas por un profesional.
– Plantas medicinales. Tomar cada día alguna infusión.
– Practicar deporte y ejercicio físico moderado, que resulte placentero para el cuerpo y la mente, adecuado a nuestra edad y al momento en que vivamos.
– Trabajar la respiración.
– Baños en aguas mineromedicinales, saunas y baños turcos.
– Masajes y técnicas corporales.
– Usar ropas de tejidos naturales.
– Evitar el estrés y eliminar conflictos inecesarios, para mimar nuestro sistema nervioso y subir sus defensas.
– Practicar la meditación y la relajación.
– Estudiar y aprender temas que nos gusten mucho y nos enriquezcan.
– Hacer terapia personal para temas pendientes de resolución, y vivir más tranquilos y en paz con nosotros mismos.
– Cuidar las relaciones afectivas con seres queridos, amigos, familia, colegas, vecinos, etc.
– Mostrar y compartir emociones de una forma espontánea con las personas de confianza.»
Extracto del libro «Secretos para una Salud Superior» Tomo I
Págs. 209-210, Quiromasaje, Carmen Gómez Vázquez